Cualquier fin de semana supone asistir a alguno de los
espectáculos televisivos que muestran bien a las claras la escasa capacidad que
tenemos para la conversación, el intercambio de opiniones o la expresión de
razonamientos, que intenten convencer a los que participan en la conversación o
asisten indirectamente a su desarrollo. Resulta casi imposible sustraerse a
este formato televisivo o de radio pues son los platos que mejor se ajustan a
esta comida a la que casi todos asistimos como convidados de piedra.
Pero su influencia en la comunidad resulta muy notable
pues todos tendemos después a repetir el formato en nuestros intercambios
diarios, necesarios para la supervivencia y definitorios en la convivencia
humana. Puesto que plantear asuntos de alguna trascendencia conceptual es como
sembrar cotufas en el golfo, con el nivel que se exhibe entre los tertulianos,
al menos sería necesario que estos se atuvieran a algunas reglas elementales en
el intercambio de comunicación. Para esto sí que se necesita un examen y no
para ser aspirante del PP a cualquier alcaldía.
¿Conocen los intervinientes que hay unas actitudes básicas
imprescindibles que favorecen o entorpecen la comunicación? No son tantas ni
andan escondidas por ahí; se desprenden del sentido común y acaso se podrían
enumerar así: a) estar abiertos a las necesidades de los contertulios; b)
procurar dejar a un lado los prejuicios que se tienen acerca de los demás; c)
ser respetuosos con la dignidad de los otros, o, en otras palabras, no ir a
buscar dejar en ridículo a nadie; d) mostrar exigencia pero mostrar tolerancia
para con los demás. Ya sé que cada una de estas actitudes presenta diversos
grados de intensidad y que no todos los intervinientes son iguales, pero este
pequeño catecismo tendría que ser practicado por todos.
Y, si no es mucho pedir, convendría que dominaran
alguna habilidad básica para participar en estas tertulias. Por ejemplo: a) ser
firmes en las manifestaciones pero cuidar las formas de exposición; b)
practicar la escucha activa, algo tan difícil como dedicar tiempo a escuchar en
la conversación y a ceder la palabra después de intervenciones medidas en forma
y tiempo; c) tratar de ponerse en el lugar del otro, eso que técnicamente se
llama empatía; d) manifestar siempre un pensamiento crítico pero tendente a la
mejora colectiva y no a la derrota del contrario; e) practicar el autocontrol,
o sea, no dejarse llevar por los nervios ni avasallar a nadie…
Yo no sé cómo se puede practicar algo parecido a esto
si no responde a una escala de valores y a un planteamiento ético concreto. Tal
vez lo que nos falte a todos sea la reflexión acerca de ese esquema ético
necesario para las relaciones sociales.
A los tertulianos que tanto confunden, gritan,
manifiestan su falta de educación, practican los golpes bajos y parece que se
juegan la vida en cada frase y que lo que les interesa es el monólogo más que
el intercambio. Y a todos nosotros, que somos parte interesada en cada momento
de nuestras vidas y en todas nuestras manifestaciones sociales.
Mañana saldré al campo con mis amigos. Haré un repaso
a la vuelta para ver qué nota me pongo. Sobre todo en el apartado de escuchar y
de dejar hablar a los demás.
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