viernes, 28 de noviembre de 2014

MÁS PLATÓN Y MENOS PROZAC


No sigo a Marinoff ni soy miembro de ninguna asociación de sanadores, pero sí soy una persona que lee y que procura concentrarse en lo que las palabras representan y en las ideas que van trabando.
So yo hoy afirmara que me he reído mucho leyendo el diálogo platónico “Parménides”, seguramente provocaría gestos y expresiones de extrañeza. En primer lugar, entre aquellos que me considerarían un lunático y un raro entre los raros por dedicar tiempo a leer algo tan `antiguo y pasado de moda` como es lo que viene de Grecia, y encima filosofía. En segundo lugar, por lo que supone un tema de pensamiento que, además, solo es teoría y que vete a saber de qué trata. Para rematar, todos elevarían la extrañeza hasta la enésima potencia al observar que, con la que se nos viene encima con la economía, la sociedad, la política o las costumbres, estas ocupaciones pueden resultar hasta provocadoras para todos los que llegan con dificultad a fines de mes.
Tal vez tengan todos razón. Eppur si muove il ciel. A pesar de todo, yo me lo he pasado muy bien. Y mira que muchos piensan que se trata de uno de los Diálogos de más difícl lectura y comprensión del filósofo griego. Tal vez, y en el fondo, no sea, por mi parte, más que otra muestra de la necesidad de huir del nivel grosero en el que se mueve la realidad más inmediata, para situarse, al menos por un rato, en un plano un poco más elevado y amplio. O quizá responda a la curiosidad, o a la necesidad, de dar con alguna fórmula que ilumine para mí el mundo de las ideas, ese plano en el que se generan los elementos abstractos que después se concretan en los gustos y en las acciones particulares tangibles. Vete tú a saber. Nunca sabré muy bien si se trata de un acto de búsqueda noble o de simple reacción egoísta.
El caso es que la lectura del Diálogo da para todo y para nada; para situarte en cualquier nivel y sentir que te responde, sean cuales sean tus preguntas y tus necesidades; para ponerte serio y ser más serio; o para hacer un rompecabezas y seguir su solución y salida, como si del laberinto del minotuaro se tratara.
Me imagino al anciano Parménides, al más joven Zenón, al jovencísimo Sócrates y a un Aristóteles (no se trata del famoso Aristóteles) cariacontecido y como viéndolas venir. La sabiduría de Parménides apabullando a Sócrates (nada menos que a Sócrates, el hombre más sabio entre los sabios, que entonces era un jovenzuelo) y echándole un chorreo inmenso de elementos dialécticos encima, que tanto valen para un roto como para un descosido. De poco sirve buscar cualidades del “uno”, siendo y no siendo, como de lo “múltiple” o “no uno”, también en las modalidades de siendo y no siendo. Las consecuencias son siempre las mismas, y no precisamente las más optimistas. Por si esto fuera poco, Parménides le mete la cicuta del “argumento del tecer hombre” y los vuelve tarumbas del todo. De ahí los ocho argumentos que agotan toda una quiniela de posibilidades y que dejan a los dialogantes y a los lectores sin saber a qué cara quedarse realmente.
En el fondo, Platón trata la dificultad que se concreta en el engorroso terreno de la teoría de las ideas, de la unicidad y de la multiplicidad, de las sensaciones y de las ideas abstractas, de lo bondad frente a las cosas buenas, de los seres diversos y el ser único… Y en esos asuntos ha seguido el pensamiento desde entonces en las ciencias físicas, en la religión, en las matemáticas y en todo el noble quehacer humano. Casi nada, por tanto. Todo lo más serio del mundo en el escenario. Que se lo digan a todos los pensadores que en el mundo han sido. También a todos los buenos científicos de cualquier especialidad.

Pero repito que el texto lo puede leer un quinielista, un aspirante a matemático, un discípulo de lógica, un charlatán trabalenguas, un santón de cualquier parte, un deseoso de alcanzar el fundamento del pensamiento y de la formación de las ideas o cualquier religioso sensato y no talibán… Tiene el libro respuesta para todos. Se trata de poner un poco de buena voluntad y de concentración; el resto llega solo. Además de muchos principios de verdad, el Diálogo encierra muchas dosis de curación de preocupaciones y de males. No estoy seguro de que nunca se haya publicado un manual de autoayuda tan importante como el que este texto representa. Menos Prozac (y menos apariencias, y publicidad engañosa, y prisas sin justificar, y remedios de un minuto, y salvapatrias, y…), por tanto, y un poco más de Platón. 

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