Nuestra
aproximación a las cosas suele detenerse en el nivel de la descripción y, en un
elevado tanto por ciento de las veces, no lo alcanza de manera satisfactoria.
¿Quién podría decir que alcanza la descripción de un anuncio publicitario en
televisión, por ejemplo, a la velocidad con que se suceden las imágenes? Tal
vez deberíamos agachar la cabeza y reconocer con humildad que ese acercamiento
a la esencia de las cosas es muy pobre y lleno de carencias.
Sin
embargo, el ser humano aspira a algo más y, por ello, anda engolfado con alguna
frecuencia (menos tal vez de lo conveniente) en subirse hasta el nivel de la explicación.
En tales casos, es cuando el curioso se siente tomado por la curiosidad y
alcanza el gozo, si no de la meta, al menos sí del camino y de las ganas de
llegar hasta ella. Es el nivel de la reflexión y en él es donde a uno le
gustaría hallarse a sí mismo y en compañía de muchos otros. Al fin y al cabo,
esto y no otra cosa es lo que realmente diferencia al ser humano de los demás
seres, y lo que en verdad lo ennoblece y le da satisfacción verdadera.
En
cuanto uno se empeña en eso de la comprensión, aparecen las causas y las
consecuencias, la trabazón de los movimientos y las razones de los orígenes y
de los cambios de las cosas. Si uno consigue hallar la trabazón entre la causa
y la consecuencia, el gozo se multiplica, pues no solo tiene la certeza de las
cosas sino que, además, se explica y comprende por qué se presentan así los
hechos, de dónde proceden y hacia dónde, con probabilidad, se dirigirán en el
futuro.
En
los terrenos filosóficos se habla de muchos tipos de causas: materiales,
eficientes, formales, finales, ontológicas, necesarias, suficientes… No
interesa tanta precisión para los hechos más cotidianos y próximos. Tal vez con
los dos últimos tipos nos sería suficiente para ordenar un poco mejor nuestros
conceptos y nuestras apreciaciones.
Resultaría
viciado el razonamiento si partimos de una causa única. Siempre la causalidad
es múltiple y nuestro razonamiento resultará más completo y convincente si
arrimamos varias causas en la explicación de un fenómeno. Bueno es desconfiar
de quien se conforma con una sola causa y se muestra asertivo en demasía. La
causa única solo nos valdría en el caso del vértice de la pirámide, en el
supuesto primero o final de la necesidad de esa causa primera que genera todas
las demás. Pero esto sería volver de nuevo a los asuntos filosóficos puros y
hoy no toca.
Se
suele diferenciar entre la causa necesaria y la causa suficiente pensando que
la primera es aquella sin la cual no puede explicarse la existencia de la
consecuencia, del fenómeno final, pero que necesita de otras causas para una
correcta explicación del mismo; la causa suficiente, sin embargo, nos bastaría
no solo para reconocer la consecuencia, el fenómeno, sino que, además, se sirve
y se basta por sí misma, sin necesidad de otras causas. No niega la existencia
de otras causas pero no las necesita.
¿Por
qué no aplicamos este razonamiento tan sencillo a la vida diaria?
Valga
un ejemplo muy de actualidad. Se desarrolla como el fuego en agosto una fuerza
política nueva llamada PODEMOS. Muchos afirman que la causas de sus éxitos tan
llamativos son dos: el descontento social, y la exposición televisiva de sus
líderes, favorecida por algunas cadenas privadas. He aquí un ejemplo de causas
que para unos pueden ser necesarias, para otros suficientes, y para el resto
necesarias y suficientes.
Incluso
por separado se puede pensar en ellas. ¿Es razón necesaria el trato televisivo
favorable que parecen haberles concedido algunos canales de televisión
privados? Parece razonable concluir que sí: uno tiene la impresión de que, sin
estos altavoces, la situación actual sería muy distinta. Nada parece que tenga
existencia, por desgracia, sin la exposición pública en nuestros días. Sería,
según eso, una razón necesaria. ¿Es solo eso lo que explica el éxito fulgurante
de esta formación política? La respuesta seguramente es No. Se trataría
entonces de una causa necesaria pero no suficiente. O sea, que es con la suma
de más causas como nos podemos explicar el éxito social de Podemos.
¿Cuántas
discusiones se armonizarían y cuántos malos entendidos quedarían resueltos si
aplicáramos los conceptos de causa necesaria y causa suficiente en nuestra vida
diaria? ¿Y si aplicáramos la verdad de la causalidad múltiple?
Por
cierto, ¿se consolidará la respuesta social a Podemos y fraguará de verdad un
partido mayoritario? Yo, en estos momentos tengo, curiosamente, más dudas que
antes. Para explicarlo tendría que volver a los argumentos y a las causas
necesarias y suficientes. Y hoy ya van más de cincuenta líneas.
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