jueves, 6 de noviembre de 2014

LAS CAUSAS Y "PODEMOS"


Nuestra aproximación a las cosas suele detenerse en el nivel de la descripción y, en un elevado tanto por ciento de las veces, no lo alcanza de manera satisfactoria. ¿Quién podría decir que alcanza la descripción de un anuncio publicitario en televisión, por ejemplo, a la velocidad con que se suceden las imágenes? Tal vez deberíamos agachar la cabeza y reconocer con humildad que ese acercamiento a la esencia de las cosas es muy pobre y lleno de carencias.
Sin embargo, el ser humano aspira a algo más y, por ello, anda engolfado con alguna frecuencia (menos tal vez de lo conveniente) en subirse hasta el nivel de la explicación. En tales casos, es cuando el curioso se siente tomado por la curiosidad y alcanza el gozo, si no de la meta, al menos sí del camino y de las ganas de llegar hasta ella. Es el nivel de la reflexión y en él es donde a uno le gustaría hallarse a sí mismo y en compañía de muchos otros. Al fin y al cabo, esto y no otra cosa es lo que realmente diferencia al ser humano de los demás seres, y lo que en verdad lo ennoblece y le da satisfacción verdadera.
En cuanto uno se empeña en eso de la comprensión, aparecen las causas y las consecuencias, la trabazón de los movimientos y las razones de los orígenes y de los cambios de las cosas. Si uno consigue hallar la trabazón entre la causa y la consecuencia, el gozo se multiplica, pues no solo tiene la certeza de las cosas sino que, además, se explica y comprende por qué se presentan así los hechos, de dónde proceden y hacia dónde, con probabilidad, se dirigirán en el futuro.
En los terrenos filosóficos se habla de muchos tipos de causas: materiales, eficientes, formales, finales, ontológicas, necesarias, suficientes… No interesa tanta precisión para los hechos más cotidianos y próximos. Tal vez con los dos últimos tipos nos sería suficiente para ordenar un poco mejor nuestros conceptos y nuestras apreciaciones.
Resultaría viciado el razonamiento si partimos de una causa única. Siempre la causalidad es múltiple y nuestro razonamiento resultará más completo y convincente si arrimamos varias causas en la explicación de un fenómeno. Bueno es desconfiar de quien se conforma con una sola causa y se muestra asertivo en demasía. La causa única solo nos valdría en el caso del vértice de la pirámide, en el supuesto primero o final de la necesidad de esa causa primera que genera todas las demás. Pero esto sería volver de nuevo a los asuntos filosóficos puros y hoy no toca.
Se suele diferenciar entre la causa necesaria y la causa suficiente pensando que la primera es aquella sin la cual no puede explicarse la existencia de la consecuencia, del fenómeno final, pero que necesita de otras causas para una correcta explicación del mismo; la causa suficiente, sin embargo, nos bastaría no solo para reconocer la consecuencia, el fenómeno, sino que, además, se sirve y se basta por sí misma, sin necesidad de otras causas. No niega la existencia de otras causas pero no las necesita.
¿Por qué no aplicamos este razonamiento tan sencillo a la vida diaria?
Valga un ejemplo muy de actualidad. Se desarrolla como el fuego en agosto una fuerza política nueva llamada PODEMOS. Muchos afirman que la causas de sus éxitos tan llamativos son dos: el descontento social, y la exposición televisiva de sus líderes, favorecida por algunas cadenas privadas. He aquí un ejemplo de causas que para unos pueden ser necesarias, para otros suficientes, y para el resto necesarias y suficientes.
Incluso por separado se puede pensar en ellas. ¿Es razón necesaria el trato televisivo favorable que parecen haberles concedido algunos canales de televisión privados? Parece razonable concluir que sí: uno tiene la impresión de que, sin estos altavoces, la situación actual sería muy distinta. Nada parece que tenga existencia, por desgracia, sin la exposición pública en nuestros días. Sería, según eso, una razón necesaria. ¿Es solo eso lo que explica el éxito fulgurante de esta formación política? La respuesta seguramente es No. Se trataría entonces de una causa necesaria pero no suficiente. O sea, que es con la suma de más causas como nos podemos explicar el éxito social de Podemos.
¿Cuántas discusiones se armonizarían y cuántos malos entendidos quedarían resueltos si aplicáramos los conceptos de causa necesaria y causa suficiente en nuestra vida diaria? ¿Y si aplicáramos la verdad de la causalidad múltiple?

Por cierto, ¿se consolidará la respuesta social a Podemos y fraguará de verdad un partido mayoritario? Yo, en estos momentos tengo, curiosamente, más dudas que antes. Para explicarlo tendría que volver a los argumentos y a las causas necesarias y suficientes. Y hoy ya van más de cincuenta líneas.

No hay comentarios: