jueves, 13 de noviembre de 2014

OTRAS OCUPACIONES



Porque digo yo que, además del almacén de casos que tiene la UDEF para investigar, ese cuerpo policial de cuya existencia el señor Pujol no quería acordarse, habrá alguna otra cosa en la vida en la que entretenerse. Incluso en la que poner calma y hasta razón.
Por ejemplo en algo tan elemental y tan de diario como que el ser humano es un ser social y que, para subsistir, necesita gritar todo el rato algo así como “!quién está ahí!”, para que tenga conciencia real de su existencia y para que la comparta con los otros. Y esto no solo como principio social o filosófico, sino como verdad humilde y cotidiana. Hoy mismo, mediados de noviembre, tarde gris y lluviosa, ya a oscuras y con temperatura soportable. Y no solo para este que escribe, sino también para los que se oyen en la plaza y para los que hacen ruido con los coches por las calles, esos que no salen nunca en los medios y de los que la UDEF no tiene que ocuparse. Por ahora.
El ser humano es filántropo. Por necesidad. Y no cada día con la misma intensidad, pero sí siempre. Las formas de esa filantropía, de esa relación y necesidad de los demás seres se va configurando según los tiempos ofrecen unos medios u otros para la convivencia.
Pero tengo para mí que, tampoco en esto, se han modificado demasiado los principios fundamentales de asociación. No hay más que repasar la biología del común y ahí tenemos el esquemita sencillo y claro.
Somos filántropos con los más semejantes, o sea, con la familia; lo somos con los que comparten convivencia social (vecinos, pueblo, provincia, región, nación); también lo somos con los que, de diversas formas, comparten nuestras costumbres sociales o religiosas.
Ajustar nuestro desarrollo vital a un desarrollo armónico de estos tipos de filantropía tal vez debería ocuparnos algo más que todo este asunto de los escándalos diarios. Estos escándalos se han convertido, ahora que las hojas, rendidas y amarillas, abandonan las ramas de los árboles, en un paisaje otoñal paradisíaco, en los primeros árboles que nos impiden ver el bosque.
A mí me gustaría ver el bosque desde mi terraza, contemplarlo lentamente, observar cómo se mezclan los colores en una paleta multicolor y cómo, en la lentitud de las horas, el cielo y el suelo se hacen uno y el agua se suma a la desnudez sencilla y lenta de las ramas. Pero me gustaría también observar con algo de entendimiento ese bosque metafórico de relaciones humanas que me ocupan a mí también y que van delineando la convivencia y las formas de vida de toda la comunidad, en aquello que realmente nos interesa, por duradero y por importante.
Ya sé que, como siempre, solo es un índice, pero imagino un panorama en el que las relaciones con los más próximos (familia, amigos…), con los que tenemos que compartir convivencia social, y con los que sienten en terrenos mentales y religiosos algo parecido a lo que a nosotros, se nos pasan por la cabeza…, y me sale un cuadro desconocido y casi naíf. Pero no pierdo del todo la esperanza y abro el libro por cualquiera de estos capítulos y me anego en las posibilidades positivas, ilusionadas y optimistas que me ofrecen las páginas que imagino y que harían un mundo más sencillo, agradable e ilusionante.
¿Por qué tenemos que montar un mundo en el que la rivalidad y el enfrentamiento sean casi las únicas razones del comportamiento? ¿Pero es tan difícil observar y deducir que en este tipo de mundo el trabajo de la UDEF no hará otra cosa que multiplicarse puesto que no hacen otra cosa que cortar las hojas pero no arrancar el árbol de raíz?

Tal vez haya que constatar de nuevo que la convivencia, aun llevándose bien, resulta muy complicada; si nos llevamos mal, resulta imposible.

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