Es tiempo de compartir
ideas y maneras de dar esquinazo a la monotonía y a la mosca que anda detrás de
la oreja, sin dejarnos tranquilos en ningún momento. Los medios ya se encargan
de tenernos al día y al minuto de todo lo que va ocurriendo, en una mezcla
extraña de servicio social y de atosigamiento que no tiene un fácil término
medio, pues en esto también todo exceso es poco bueno.
Andamos todos procurando
ofrecer lo poco que tenemos y el consuelo que se nos ocurre por si los demás
pueden sumarse a ello y aliviarse un poco en esa especie de vacío en el que nos
vemos todos. Cada uno según es nuestro talento, como decía la canción: “el lo que tiene importancia y yo todo lo
importante”.
Uno no sabe qué hacer
para al menos no estorbar y para echar una mano, emocional al menos, a los que
saben que existimos.
Sobre los elementos de
higiene, sin duda los más importantes en estos momentos, parece todo claro:
distancia, limpieza y respeto.
Pero hay muchos más
ámbitos en los que nos movemos a lo largo del día. Casi todos tienen que ver
con los más próximos, en los espacios que tenemos que compartir y explorar
serenamente, y en aquellos otros que tenemos que seguir reservándonos para
nosotros mismos. Yo no tengo imaginación para proponer juegos comunes ni de
manipulación de elementos físicos: soy así de simple y de manazas. Pero me
atrevo a proponer algo distinto.
Tal vez pensar no es
malo. Dedicar un ratillo a abrir las puertas a la mente y a la imaginación no
es de lo peor. Sin dejar que el ambiente nos domine y nos anule, que valemos
mucho más que todo eso, pero tratando de poner en orden la escala de valores
que rige nuestra vida. Tal vez nos servirá para encoger un poco el pecho y para
levantar con calma la cabeza.
Quiero añadir aquí a
cualquier manual de autoayuda el valor que aportan las páginas de los
pensadores estoicos, aquellos filósofos griegos y romanos que supieron
enfrentase a la vida, incluso en sus peores momentos, con la serenidad de quien
sabe que podemos actuar ante muchas situaciones, pero que hay otras que nos
exceden y que suceden sin importar cuál sea nuestra situación anímica. Ante
todos estos últimos, el sosiego, la serenidad y la aceptación resultan remedios
muy eficaces. Esta es la base de todo su pensamiento. Parecen negativos y
tristones, pero no os lo creáis porque aportan un grado de serenidad
extraordinario. Y siempre desde la razón y desde la contemplación de la propia
naturaleza, lejos de asociaciones milagreras y sobrehumanas.
Zenón, Séneca, Marco
Aurelio, Cicerón, Epicteto, Crisipo…, incluso Nietzsche. Si tenéis oportunidad (hoy
es muy sencillo abriendo internet), expurgad alguna página y leedla con
tranquilidad, saboreadla, rumiadla y asimiladla. Luego, vosotros mismos
decidiréis.
Se diría que, con la que
está cayendo, vengo yo aquí ahora con proposiciones casi deshonestas. Como para
mandarme lejos y poner cara de enfado. Tal vez. Por si esto fuera verdad, ya me
falta tiempo para pedir perdón. Pero creo que tengo algo de razón y, y por eso,
ahí lo dejo, por si sirve de algo.
Cualquier terapia es
buena, no solo la risa. Si se quiere ese camino, bienvenido sea; pero hay
muchos más y están al alcance de nuestra mano. Ánimo.
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