EL
AMOR EN LOS TIEMPOS DEL VIRUS
De
vez en cuando dejo que abran esta mi ventana otra pluma y otra opinión. Lo
suelo hacer cuando oigo o leo algo que me hubiera gustado escribir yo mismo.
Siempre cito las fuentes, por supuesto. Hoy lo hago con esta columna de El País
firmada por Luz Sánchez Mellado. Juro que, en realidad, creo que es ella la que
me ha robado a mí. Quiero decir que esta idea de lo mucho que abarca un hecho y
lo poco que ocupa lo que de él se publica resulta fundamental en el mundo en
que vivimos. Y yo tenía ya en mente, a propósito del famoso virus, desarrollar
este pensamiento. Las formas y el desarrollo de la idea, naturalmente,
pertenecen a cada uno.
Pues
ahí va.
NO
TOCARNOS
Estos días
frenéticos y extraños sufrimos unos pocos grandes dramas y muchísimos dramas
pequeños. Los primeros —los muertos, los enfermos, los positivos, los
trastornos de vidas y haciendas— salen en bucle en las noticias. Los segundos,
íntimos, invisibles y sin reflejo en el producto interior bruto, son las
procesiones que llevamos por dentro. Pienso en aquellos que anhelan tocar y ser
tocados y no van a poder serlo durante un periodo indefinido de tiempo. No
hablo, no solo, de lo que están pensando. Hablo del contacto físico ajeno que nos
hace sentir vivos. De esos presos que esperan el careo piel con piel con los
suyos como el litio que les permite seguir cuerdos. De esas parejas que no
pueden quitarse las manos de encima autosometidas a una orden de alejamiento de
un metro que, para el caso, viene a ser un mundo. De esos ancianos conviviendo
en sus residencias con el doble fantasma de la soledad y el miedo mientras les
asean extraños con mascarilla y guantes de látex. No hablo de civismo, ni
responsabilidad, ni sentido de Estado. De eso ya hablan las noticias. Hablo de
cómo nos tocará el alma no tocarnos hasta nueva orden.
Va
a ser verdad que todo está contado y cantado. Que este era el muro de
metacrilato que no nos deja olernos ni manosearnos de Kiko Veneno. El no
tocarte y pasar todo el día junto a ti de Radio Futura. El ángel exterminador
de Buñuel que nos acongoja, nos acojona y no nos deja salir teniendo todas las
puertas abiertas. Y todo, mientras fuera estalla una gloriosa primavera con
millones de adolescentes expulsados de las aulas viviendo en propia carne la
lucha entre el mandato social de no tocarse y el hormonal de comerse a besos.
Es pronto para saber cómo es el amor en los tiempos del coronavirus. Si habrá
una explosión de onanismo o un pico de natalidad de fin del mundo. Lo difícil,
si la alerta se eterniza, será decidir si vivir sin tocarnos es vida.
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