miércoles, 25 de marzo de 2020

...SABIENDO QUE ME ENGAÑO


…SABIENDO QUE ME ENGAÑO
Desorientado, confuso, despistado, confundido, turbado, aturdido…, y con la mosca detrás de la oreja.
No sé cuál de estos adjetivos le conviene a la situación por la que paso y por la que supongo que están pasando muchos. Quizás todos y ninguno, qué sé yo.
La realidad se impone por encima de cualquier consideración personal. La aceptación de la misma no es de las peores cosas que puedo y que podemos hacer. Serenamente, sin exageraciones y acaso sin demasiados disimulos.
La serenidad nos tiene que venir de la certeza de que en nuestras manos está lo que está y solo eso. Es principio estoico y no es malo recordarlo en estos momentos. Otras fuentes religiosas nos indican que todo está en manos de algún Hacedor. Cada uno busca consuelo por donde puede y quiere. Tiene todo el derecho. También para la búsqueda de este consuelo será bueno no perder la calma ni la perspectiva y la serenidad. Al fin y al cabo, somos componentes de la naturaleza y a ella hemos de volver (pulvis eris…). Pero ya me estoy poniendo demasiado trágico, coño, que de esta hemos de salir, y tal vez más fuertes.
Pero decía yo que “acaso sin demasiados disimulos”. Y ahí es donde se me aparecen los adjetivos del principio y las sensaciones contradictorias que me agitan. Porque no sé muy bien cuál es la actitud menos mala, si la de seguir la evolución de todo esto, acompañando emocionalmente a los afectados y a la sociedad entera, en compasión y en condolencia, o huir anímicamente y evadirse, hasta que pase lo peor, en otra realidad, no menos real, pero buscada y más personal e idealizada por cada uno de nosotros.
A ver si un ejemplo real nos sirve: ¿Qué es mejor, abrir a cada hora los medios de comunicación, seguir el ritmo macabro de la pandemia y compungirse con todos, o evadirse, abrir la novela de Valle Inclán Tirano Banderas y enfrascarse en su lectura, que deja un mundo absolutamente desbordante y deslumbrante de imaginería verbal y creativa? ¿Significa esto una huida hacia no se sabe dónde? ¿Es tan solo una forma de defensa personal? ¿Se trata de abrir un paraguas mientras escampa? ¿Sería mejor entrañarse en algún tratado de reflexión filosófica? O, por la otra esquina, ¿hasta dónde dar cabida a toda la riada de ingenios que circulan por las redes, en busca de una sonrisa y de un pasatiempo liviano? Ufffffffffff
A veces tengo señales de mala conciencia. Otras veces me aíslo impotente y me encierro en mi imaginación. No sé cuándo hago bien y cuando menos bien.  Creo que una buena señal de supervivencia es saber engañarse. Eso sí, me gustaría engañarme sabiendo que me engaño.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

El engaño a veces es una defensa, engáñate mucho pero bien.